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Pasamos por la tienda de mascotas y vimos un acuario de cinco galones! La compramos con la esperanza que Bubbles este mas contento. Ademas, compramos una concha de cristal de murano donde ahora Bubbles duerme, se sienta, y se esconde. Creemos que esta mas feliz.
Poco despues vimos un acuario aun mas grande. Ojala pudieramos traernos ese nuevo acuario para que este mas contento aun. Sin embargo, yo creo que lo mas importante es el amor que le damos a Bubbles. Apesar de estar preso en una prision mas pequeña o mas grande, su experiencia de vida es la misma. Con estos cambios fisicos, se puede coseguir un alivio temporal, pero en ultimas, Bubbles sigue en las mismas, un prisionero. Ojala la felicidad fuera tan sencilla como de cambiarse a un nuevo
acuario. Los cambios materiales no van a conseguir la libertad, ni la felicidad. Uno puede irse a una nueva ciudad, o una nueva casa, o un nuevo trabajo, igual, uno sigue prisionero de su propia mente, si asi uno lo desea.
El castillo o la silla de oro, no nos da la felicidad. El Amor, que vence la muerte, por otro lado, nos libera, y vale mas que todo el oro del mundo. ¿Como podemos acordarnos del Amor infinito que nos da la vida?
Esto me recuerda de un poema de Ruben Dario:
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
(La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!
-«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».